En este artículo reflexionamos sobre la importancia de las prácticas pedagógicas para que la educación inclusiva sea una realidad.
Los retos a los que se enfrentan los maestros, directivos y estudiantes para garantizar una educación para la inclusión y la equidad en el país no son menores, sin embargo, su capacidad, preparación y compromiso han sido fundamentales para poder avanzar en este objetivo sin importar las características de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes con discapacidad.
Las estrategias utilizadas han sido diferentes, su capacidad y el entendimiento del contexto y el entorno los han llevado a desarrollar diferentes prácticas que han logrado eliminar las barreras y garantizar la inclusión de las personas con discapacidad en las diferentes instituciones educativas.
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José Darío Herrera, PhD en filosofía y maestro asociado de la Facultad de Educación de la Universidad de Los Andes, destaca la importancia de estas prácticas, y asegura que, si bien debe haber conocimiento y habilidades para hacerlo, solo la práctica pedagógica podrá dictar sentencia sobre el éxito o no de estas.
Siguiendo esta línea, Herrera hace énfasis en que «Las prácticas pedagógicas son el centro de la educación, y que no existe educación por fuera estas. Pueden existir mil documentos normativos, menciona, mil intensiones muy bonitas de política educativa, pero lo que hace distinta la educación es el saber y la práctica del maestro (…) Si en algún lugar hay que favorecer, fortalecer y trabajar la inclusión es en las prácticas educativas, por eso la inclusión debe ser hacer parte de la discusión que tenemos sobre la finalidad de nuestra práctica, el motivo por el cual enseñamos, el motivo por el cual trabajamos con nuestros estudiantes».
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Herrera explica que, si bien se debe trabajar para garantizar la inclusión desde las prácticas pedagógicas, también es claro que quienes pretendan poner en marcha una estrategia, deben tener la destreza suficiente para atender la diversidad que recoge un aula de clase.
«La inclusión también tiene que ser favorecida porque dominamos nuestros saberes, porque tenemos mayores destrezas metodológicas, mayores recursos metodológicos, porque tenemos una caja de herramientas que nos permite atender a cada estudiante, a cada diversidad de la que está hecha nuestra aula de clase, nuestro establecimiento educativo», señala el experto.
Un elemento a tener en cuenta, es la importancia de ser «empáticos» con los estudiantes, pues según él, es necesario conocerlos, entenderlos, acercarse a ellos y aprender de sus particularidades. En palabras del profesor «Hay que aprender a leer muy bien nuestros contextos y no dejar que ninguna teoría, por más convincente que sea, reemplace la lectura juiciosa de nuestros contextos, de las situaciones específicas de nuestros estudiantes, de sus habilidades, de sus cualidades, pero también de sus limitaciones».
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Para concluir, el profesor José Darío resume el éxito de una práctica inclusiva en la suma de diferentes factores donde el conocimiento y la cercanía con los estudiantes son claves para poder comenzar a transformar una sociedad donde la calidad en las aulas sea garantizada.
«Todo esto, junto a una discusión seria sobre los propósitos de nuestra práctica educativa, una destreza, una habilidad metodológica y epistemológica de nuestro saber, un afecto genuino por nuestros estudiantes, hace de nuestras prácticas educativas unas prácticas que promueven el desarrollo integral de los niños y niñas «, concluye.
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